21 de marzo de 2012

¡VIVA LA PEPA! - PARTE I

Para Napoleón, la invasión de Portugal iba íntimamente ligada al dominio completo de la Península Ibérica. Por ello, dispuso sus tropas estratégicamente en Barcelona, Vitoria y Madrid para que, en su despliegue, ocupasen toda la Península. Napoleón no esperaba encontrar grandes resistencias. Las previsiones de Napoleón Bonaparte se desbarataron ante la resistencia popular. Las ciudades de Gerona y Zaragoza resistieron durante meses el ataque francés e impidieron el avance de las tropas en la zona de Levante. Asimismo el ejército francés fue derrotado en Bailén en julio de 1808 por las tropas españolas, lo que impidió la toma de Andalucía y obligó al repliegue de gran parte de los soldados napoleónicos más allá del Ebro y al abandono de la ciudad de Madrid. Napoleón llegó a España en otoño y coordinó las acciones que condujeron a la toma de Madrid y aun dominio teórico del territorio español. Ciudades, pueblos y caminos fueron controlados por las tropas napoleónicas que, tras la derrota de Bailén, llegaron a desplegar 250.000 hombres en la Península. A partir de ese momento, fue esencialmente la guerrilla la única fuerza de resistencia frente al invasor. Desde mediados de 1812, el curso de la guerra empezó a ser desfavorable para los franceses. La campaña de Rusia había obligado a Napoleón a desplazar allí gran parte de su ejército y, aprovechando la coyuntura, las fuerzas españolas, apoyadas por un ejército británico al mando del general Wellington, comenzaron a hostigar gravemente a los franceses. Incapaz de mantener los dos frentes, Napoleón decidió pactar el fin del conflicto con los españoles y, hacia finales de 1813, sus tropas empezaron a abandonar el territorio español.

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